se nos hunde la cruz del cuerpo
resoplando las cenizas del trascráneo
en las infinitas oquedades
muta la nocturnidad
los perros helados del final
las sabandijas mastican el duodeno
cuando el amor se desmigaja
las compasiones se apasionan
ya nada puede ser el lodo del espacio
la cosmogonía en lactantes ya adolescentes
que uno cría y el viento les besa las bocas deshiladas
los niñitos que te fueron
se van se van
y uno se queda estropajo
ante el arco de la casa y
los equívocos duelen
cuando nos deshijan
a canto de martillo zumban las cabezas
e inquirimos
dónde moran los niños del después
dónde se astillan las culpas
lo bienhechor lo malhechor
los bosques en que amamos así mismos
los sinismos los tiempos los destiempos
de aplacarnos solitarios
a la hora
de finar
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