A Sebastián del Hoyo
y su voz aguitarrada
gastarse los pies sobre el tartán
o el pedregal varearse donde sea
beber el agua florida que dejaron los abuelos
el cuadro ancestral en que estamos enmarcados
del cual no podemos salir
esos mandatos en la frente esa cruz
sobre la loza cuarteada del ser
mientras el viento pega y pega
contra la piel atesorada del tiempo
los alambiques de la calamidad
sus perfumes el yerro parturiento
hace volar la bolsa del corazón
la sangre evanescente
hacia la línea de la visión al final
tragando los minutos
un día más en esas cuerdas
que tañen como garganta desesperada
instruyendo los pesares
las armonías metidas entre los dedos
y uno que espera ¿qué espera?
quizás la espontaneidad de los sucesos
el desclave de la ansiedad
la victoria sobre la amortajada
huirle correr desesperado
la lengua burlona
el exacerbado placer de vivir
de solear los ojos la boca sonriente
irrenunciable al porvenir
quien nos escurre lo posible
los pliegues tibios del ánima
los acordes la caja sonora del pecho
felizmente desatormentado
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