los impulsos anidan en la sangre
explotando ante el perfecto dolor
donde abren y cierran las heridas
en ese árbol se clava la luz
del día que nace y me obtengo y nace
no pisan los pájaros aún
la tierra fría de la calle entonces
me voy siendo lo que me gustaría ser
aunque nunca tal cual
qué los sueños mejores que soñé
engendran el golpe caliente del sol
contra este pecho amalgamado
tras los muros de mi cuerpo
un ojo de nácar se asoma
y baja una constelación para
mirarse el hemisferio
ese humo blanco que se pasea por mis adentros
sale de un soplido al exterior
hasta el jardín de mis días
un habitué de la belleza
allí me lleva para dejar tibias
las palabras apenas emanadas
elucubrar prosperidades que me han de morir mañana
como ayer cuando me buscabas
en las nostalgias de tu pies diligentes
en la idiosincrasia de perdurar
de ser al unísono y hacer crecer las manos
que nos llevaban al mundo
ahora se ciernen instantes que acarrearon el amor
somos lo que fuimos esas flores
que dejamos sembradas y desde
su fertilidad nos ven caminar
espalda con espalda
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