La casa de la vergüenza
tiene sus puertas abiertas,
racimo de uva en la reja
y espada con experiencia.
Pupila de seda verde
en la cornisa
de la tristeza.
Facciones de un rostro amargo
que besa el hielo,
corazón bravo con vil recelo,
en su letargo y su dignidad.
Se clava como un puñal
en su vanidad.
Tejiendo en su alma una trenza,
con la vergüenza
no hay que jugar.
Ombligo de la mentira,
al que ama mucho suele atacar.
La fruta que no la tiene
sin duda nunca
ha de madurar.
Pero sí, ha de morir sola…
como el gusano,
sin suplicar.
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