las pupilas curiosas del mar
verdes celestes
decía- che Emilio, tensá las redes-
y a este le rengueaba la consciencia
lo carcomían las escamas tornasoladas
raspándose unas contra otras
rodeaba la proa danzando estrepitoso
por la presencia del cardumen
ante la mirada de todos
roídos por la desesperación
-¡che levanten!- decía
y carcajeaba con sus dientes amarillos
el pescado rebotaba cristalino
hacía pensar en alcancías repiponas
en el algodón de azúcar de los niños
pero a pesar de los gritos y la dicha
siempre tenía un recuerdo tibio
hacia Amapola y Angelito
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