De a poco se fueron retirando, cabizbajos, meditabundos e incrédulos.
Un hombre le preguntó a otro de unos 45 años, barba entrecana, con el casco puesto, a punto de subirse a la moto junto a su compañera- ¿vas?
Sí, nos vemos allá- respondió con tristeza.
Un cuerpo yacía dentro del coche negro.
Almitas coloridas revoloteaban las cabezas de cada cual.
Almitas coloridas revoloteaban las cabezas de cada cual.
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