Cuando mi mano roza
la tuya,
son libres palomas
cortejándose, 
blancas, puras,
impías.
Cuando mis labios besan 
los tuyos,
son doradas abejas
embadurnadas por la jalea 
de tu saliva,
dulce, humectante,
bendita.
Cuando mi lengua acaricia
la tuya,
son olas emisarias del mar
de tu interior,
salado, calmo,
pueril.
Cuando mi cuerpo se encarna 
al tuyo,
es una sagrada unción,
con perfumes de magnolias 
y fresias,
tiritantes, encaramadas
en tu pubis 
de azúcar.
Cuando mis lágrimas de emoción
se asocian a las tuyas,
generan una dulce 
segregación 
de miel.
Y nos amamos…
Y nos amamos…
 
