las pieles novatas bisbisean
mientras cumbres con picos rosados
se erizan ante el aliento invisible
donde mi vida se refugia
tibia y vana
donde la pluma inerte besa melancólica
a la humedad del estero
se enreda la fricción en mi pecho de jamelgo
reparo la inocencia en la cárcel de los exabruptos
un gemido de ramas
contiguo al grito jadeante de la noche
y el glande de la vida
tácito
hundido
en el núcleo abrasador de la tierra
insiste
insiste
insiste
en la hendidura pueril de la Pacha
hasta que se produce el temblor
con hilos de hielo en la dermis cansina
una ráfaga de semillas
luego
el rumor
la soledad
la nada
tengo silencios en la mano
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